encuentro sachero

domingo, 7 de septiembre de 2008

sábado, 6 de septiembre de 2008

exportando chacareras

Un mexicano enamorado de las chacareras santiagueñas
Emmanuel Cruz Mani se encuentra en Santiago del Estero preparando un trabajo para recibirse de Licenciado en Estudios Americanos, en la Universidad Autónoma de México. El tema central es nuestra música nativa.Emmanuel Cruz Mani es mexicano. Sueña con organizar en algún momento de su vida un festival folclórico con músicos de Santiago del Estero en su tierra natal. Conoció el folclore de la mano de Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa y de ahí no paró hasta conocer los autores santiagueños y enamorarse de nuestra música nativa. “Llegué a la chacarera a través de estos dos grandes artistas; la primera chacarera que escuché me apasionó demasiado y no sé qué es lo que movió en mí que resaltó. Después ese interés se mantuvo hasta ahora”, cuenta el mexicano a la redaccion.“Santiago no tiene riendas pero sujeta”, dice el refrán. Y parece ser cierto. Emmanuel es una de las tantas personas que llegó casi por casualidad a la tierra del folclore y este apasionante género musical despertó en su interior algo que le resulta difícil de explicar al punto que desde hace un mes se encuentra en Santiago recopilando información y bibliografía para su trabajo de tesis, cuyo tema será -nada más y nada menos- que la chacarera. El trabajo le servirá para recibirse de Licenciado en Estudios Americanos, en la Universidad Autónoma de México (Unam). “Hace dos años viajé por Sudamérica, Argentina y Chile. Pero en ese tiempo todavía no tenía bien definido cómo lo iba a encarar a la tesis; lo único que sabía era que iba a ser sobre la chacarera. Aquella vez vine a Santiago pero sólo por cuatro días, pero no pude hacer demasiado porque era verano”, cuenta acerca de su primera visita a la Madre de Ciudades. “Después de un momento de incertidumbre -continúa Emmanuel-, decidí seguir trabajando en la chacarera. Mi incertidumbre tenía que ver con el hecho de que tenía que volver a Santiago porque el material que había recolectado no era suficiente como para armar un trabajo de estas características”. Fue así que el destino le ofreció la oportunidad de visitar Perú para participar de un congreso. “Ese fue el pretexto ideal para conseguir un apoyo institucional de la universidad para venir a Sudamérica”, confiesa. Gracias al apoyo recibido desde la Unam fue que llegó a estas tierras. Además, este joven de 23 años se desempeña como periodista de la revista Indierocks, de México, dedicada a la difusión de la escena independiente de la música. A la par de esta historia, el destino de a poco parecía ir conectándolo un poco más con Santiago del Estero. De casualidad, y gracias a un amigo, conoció a Pablo Tasso y a Eva Gardenal, dos santiagueños muy emparentados con la movida cultural de esta provincia que viven en México. “Los conocí y ellos se alegraron bastante con mi loca idea de hacer una tesis sobre la chacarera y el folclore de Santiago del estero”, cuenta el mexicano. Coplanacu, Raly Barrionuevo, Los Carabajal, Peteco Carabajal y Néstor Garnica fueron los primero artistas que conoció; el disco “de Ushuaia a La Quiaca”, de León Gieco, lo ayudaron a descubrir a músicos como Sixto Palavecino y Elpidio Herrera. Después continuó investigando y descubrió la poesía de Andrés Chazarreta. “De a poco me fui dando cuenta que hay un hervidero de música y de músicos, de profesión poética incluso. Grupos hay como para tirar al cielo. Conocí a muchos grupos. Hace dos años conocí a Los Mishquis y me impactó porque fue mi primer acercamiento que tuve con un grupo de adolescentes que les gustaba el folclore y lo tocaban, después me di cuenta que era algo común, de cierta manera”, relata acerca de su visión de los santiagueños y la música. Por último, el mexicano cuenta que la tesis será encarada desde el punto de vista “cultural e identitario”. “Lo que me interesa es rastrear la forma en que la chacarera se convierte en la identidad del santiagueño; tomando en cuenta todo lo que envuelve a la producción artística, toda la historia de Santiago, las particularidades de la geografía que de alguna manera influyen en esta producción. Y cómo ese imaginario de que en esta provincia no hay nada contrasta con esta rica producción artística”, indica el joven que alguna vez fue músico.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Santiagueños con historia

Jorge Washington Ábalos

El shalaco que enseñó en Harvard
Enseñó las primeras letras en la inmensidad del monte santiagueño a los "shalacos" de la cos! ta del Salado y llegó a convertirse en una verdadera eminencia, que llevó sus conocimientos a la mismísima Universidad de Harvard.
Había una vez un maestro santiagueño que enseñaba a sus alumnos en pleno monte, en un sitio donde la civilización no pudo llegar porque no la dejaron entrar. Un lugar donde la gente hablaba su propio idioma, practicaba su propia religión y dictaba sus propias leyes. Un reino de tierra seca, sol ardiente, dulces quimiles y tijeretas sedientas, al cual sus habitantes extrañamente gustaban llamar "Pago dichoso". A ese lugar, enclavado en las costas del río Salado, llegó un día un muchachito de 16 años con su título docente bajo el brazo. Se llamaba Jorge Washington Ábalos y nunca imaginó que desde ese pedazo de tierra perdida en el mundo, donde no existía la electricidad, el agua potable, ni la medicina, iba a llegar convertirse en un científico de renombre mundial.Su historia es un ejemplo de vida, un mensaje para todos los que abandonan una batalla antes de librarla. Ese maestro de campo que tuvo que aprender quichua para poder hablar con sus alumnos, que fue médico, enfermero y cura, que lloró de tristeza por la muerte de una alumna mordida por una víbora venenosa y se transformó después de ese triste episodio en un investigador que llegó a mostrar sus conocimientos en la mismísima Universidad de Harvard, en los Estados Unidos. Y como si todo eso fuera poco, se dio tiempo para "pintar su aldea" en "Shunko" una obra literar! ia que describe como pocas las vivencias de los changuitos del monte santiagueño. Un relato magistral que conmueve a todos los que lo leen, que llegó al cine de la mano de Lautaro Murúa y que fue editado en la Argentina, Brasil, Rusia y Japón.
A los 15 años se fue a trabajar al interior en la zona de Puente Negro en la zona del Salado. Al llegar, se encontró con la sorpresa de que tenía que dominar el quichua para poder enseñar. Allí, entre esos "shalakos" del Salado, edificó su vida y dejó para siempre su corazón. En este lugar, un acontecimiento trágico que él mismo relata en Shunko le cambió para siempre la vida. Una de sus alumnas, Ana Vieyra, fue mordida por una víbora venenosa y murió por falta de suero antiofídico. Ese día, su maestro juró "matar a todas las víboras del mundo". Y a su manera, cumplió la promesa. "En realidad fue una figura simbólica porque más que matarlas se dedicó a sacar el veneno de las víboras para elaborar el suero y así conseguir que no mueran más niños como Ana Vieyra". Desde ese momento, Jorge Washington trabajó afanosamente para proveer del mortal veneno a los institutos de animales venenosos. Tomó contacto con verdaderas eminencias del país y comenzó una carrera profesional que lo convirtió en una auténtica celebridad. En su faceta literaria llegó a ser uno de los más reconocidos escritores de su época, aunque él prefirió llamarse "simple relator de vivencias". Entre sus libros merecen citarse " Cuentos con y sin víboras", "Terciopelo, la cazadora negra", " Shunko", " Norte pencoso", "Animales, leyendas y coplas", "Coplero popular", "Shalacos" , "Don Agamenón y don Belmiro" , "La viuda negra" y "Qué sabe usted de víboras".